Hacer algunos paseos con niños puede ser estresante o un
placer. Tener en claro por qué hacemos tal o cual visita es la clave.
Con Santi, mi hijo de tres años, visitamos el museo Casa
Bruzzone muy a menudo. Mamá trabaja en el museo y Santi sabe que es “local”.
Recorre los espacios y siempre descubre algo nuevo. Sabe que el niño que era
“Toto”, de grande se convirtió en pintor, el Maestro Bruzzone, que tenía
pinceles (muchos) y que pintaba lo que veía. En el museo todos le prestan
atención, le dan lo que pide... es todo un consentido. Disfruta, juega,
explora, pinta, aprende. Los adultos nos fascinamos cuando Santi -o cualquier
otro niño- se apropia así de Casa Bruzzone, porque en el fondo es uno de nuestros grandes objetivos.
Así que esta experiencia se sale un poco de la experiencia en sí de visitar un museo.
Hoy fuimos al museo MAR y recorrimos la muestra de Milo
Locket. Ahora, ¿qué esperamos cuando vamos al museo?, ¿que el niño aprenda de arte
contemporáneo?, ¿que visite silenciosamente las salas?, ¿que siga el recorrido
pautado? Creo que lo importante es recordar que los niños son niños y que
aprenden todo el tiempo, que el mundo entero es un estímulo y que las
oportunidades de aprender se presentan a cada paso. Así que hoy esta mañana,
cuando fuimos al museo hicimos un montón de cosas:
- Saltamos subiendo los escalones de acceso.
- Hicimos mucha fuerza para entrar por la puerta giratoria.
- Aprendimos que para visitar más cómodos el museo dejamos los bolsos y abrigos en el guardarropa (y que tenemos que guardar muy bien el numerito que nos dieron).
- Pedimos en informes un mapa para no perdernos y anticiparnos a lo que íbamos a ver.
- Subimos por las divertidísimas escaleras mecánicas, prestando mucha atención dónde poníamos los pies.
- Elegimos qué sala visitar primero y cuál después.
- En la sala vimos pinturas grandes y otras ¡muy grandes! Éstas se llaman murales.
- Reconocimos figuras en los cuadros: personas, caras, perros, elefantes, autos y mucho más.
- Además recordamos que las líneas en el piso nos indican hasta dónde podemos acercarnos.
- Vimos “teles” donde se proyectaban dibujitos como los de los cuadros, y también a Milo pintando. Acá Santi propuso que nos sentáramos en el piso, para ver mejor.
- Descubrimos el eco, el museo es muy grande y allí la voz se repite…
- Y antes de bajar, miramos por uno de los ventanales que dan al mar. Ahí nos dimos cuenta que estábamos muy alto!
Estas son tan solo algunas de las cosas que hicimos
visitando el museo. Todo en menos de una hora, saltando, hablando, mirando,
escuchando… los sentidos a pleno!
Ahora, si yo -el adulto- deseo hacer un paseo tranquilo y a mi propio ritmo, pues bueno, será para otra oportunidad... Esto fue una visita al museo con un niño de tres años.
¡Hasta la próxima!